El frío corta la piel en mi ciudad,
golpea la cara como ésta absurda realidad.
Te busco mientras camino, en las esquinas,
en las paradas del autobus,
en las mesas escondidas de algún bar.
Voy sola entre la gente y siento que alguien me mira,
que alguien camina a mi lado observando cada paso que doy,
después me doy cuenta que soy yo, y que salgo de mí para verme.
Lo sé porque me conozco, y a veces abandono mi cuerpo para
mirarme y´al verme sola, al fin darme cuenta que no estás.
Me sigo unos pasos más pero entonces me río de mí,
y me dejo seguir sola, me voy en otra dirección,
en una dirección que no tenga que aceptar que no estás.
Después levanto la mirada y toda la vida del mundo estalla frente a mí,
veo a las personas, siento los olores, escucho las conversaciones...
Y me siento aún más sola, y llego a sentir un extraño bienestar,
me gusta sentirme viva en la tragedia, me reinventa, me reivindica.
Pero después llego a casa,
y tu fantasma acecha en la oscuridad de la cocina,
yo entro con cautela porque tengo miedo de encontrarte
entre los papeles que archivé, entre los saquitos de té.
Apago las luces y me acuesto en el sillón,
cierro los ojos e imagino que nunca sucedió,
me río y recuerdo tu cara en mi habitación.
Me abrazo a la almohada y suspiro... " luego apago tus ojos,
y duermo con tu nombre besando mi boca."
A veces ese desdoblarse es todo lo que tenemos, una manera de aferrarse a algo que añoramos pero que nos cuesta encontrar. Me gusta pensar que mantenemos la esperanza, la certeza de saber que es posible. Que hoy nos miramos a nosotros mismos para mañana dejarnos admirar.
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